Dejó que la música la mareara, porque así se sentía segura, dedicándole líneas a aquello que no existe, sagrado entre todo lo que puede realizarse.
Y no se va a arriesgar, nunca. Porque le gusta jugar.
No, le gusta imaginar cómo se siente jugar. Llenarse las venas con aquella dulce sensación y poder volver al inicio sin perder en el camino. Un perpetuo ensayo con destino incierto.
Un éxito inconcluso.
Un fracaso encubierto.
Agu Miglio.-