19.3.18

Buscadores de detalles

Hay diferentes formas de empezar, transcurrir y terminar el día. Una de ellas es transformarse en buscadores de detalles, esos que parecen armar una secuencia inesperada cuando los recopilamos al caer el sol.

- Podemos terminar el viernes probando las galletitas que trajimos de un viaje y dejar que el sabor a salted caramel te lleve a cruzar el mar.
- Empezar una mañana de sábado aprendiendo, intentar tomas y combinaciones de elementos para animarse a lograr fotos nuevas.


- Salir a caminar a la tarde y encontrar justo lo que estabas buscando.

- Abrir un pan dulce y trasladarse en el tiempo.
- Mirar 4 capítulos seguidos y reírnos hasta que la madrugada nos encuentre dormidos.
- Despertarse con el aroma de una salsa rica que sólo una persona puede preparar.
- Sentir que ya pasó la tormenta, pero vuelve el frío para disfrutar de las sábanas envolviéndome una y otra vez.

- Disfrutar de la familia, disfrutar del barrio.
- Encontrar un arco iris en la pared.
- Acompañar a una amiga en el final de una aventura y el comienzo de otra. Ser 4 y tener que irse en 4 direcciones distintas como en las películas. Dar los abrazos más sinceros. Confiar en las vueltas de la vida.

Y entonces los logros le ganan a las pesadillas, el amor a los malentendidos, las risas a las preocupaciones, el fluir a la inestabilidad, la vida a la monotonía. Las ganas de escribir a esta hoja en blanco.

Agu Miglio-





17.8.17

La fragancia de los años

Dicen los expertos que el palo de agua florece una o dos veces en su vida, algunos se aventuran a decir que tres veces. Se lo llama “Fragans” porque el perfume es muy intenso e inunda la casa durante los días en que las flores se marchitan. Te embriaga su recuerdo, justo antes de irse, sin que sepas exactamente cuándo va a volver.

El que vive conmigo me acompaña desde que tengo memoria. Me vio ir a la primaria, a la secundaria, a la facultad, al trabajo. Me escuchó cantar cuando nadie escuchaba, me vio llorar cuando nadie veía. Se escondió en el fondo de todas las fotos que están guardadas en las cajas y en los portarretratos.

La primera vez que floreció fue una sorpresa. Buscamos, leímos, parecía surrealista, un viejo conocido transformándose. Sentía que no podía dejar de fotografiarlo porque perdería un instante fundamental. Tomas tímidas, mayormente desenfocadas. Mi antigua Kodak sólo a veces daba en el blanco pero no dejaba de intentarlo. Corría el año 2010 y los pimpollos se veían como en la segunda foto. Después de meses que se mezclaban entre incertidumbre y tristeza, en su despliegue sólo veía un renacer, un mensaje, una vez en la vida.

Pero volvió. Corría el año 2013 y se terminaban las cursadas, las horas de aulas. Los vuelcos emocionales también pueden ser luminosos. Y Ahí estaba otra vez, resurgiendo, cumpliendo con el mandato de los expertos: “sólo florece una o dos veces”. En esta ocasión ya conocía el proceso, cuándo eran rosas, cuándo blancas, cuándo dirigidas, cuándo cansadas. Después de florecer la planta se debilita y tiene que recuperarse, porque lo dio todo para ser su mejor versión. Ya conocía su belleza, así que solamente tenía que esperarla. Las fotos llegaron hacia el final, en su punto cumbre. Lamenté no seguirla desde el principio, pero ya no éramos las mismas.

Hoy les cuento que los que se aventuraron a decir que son tres veces tenían razón. Ya asomaron los nudos blancos entre las hojas, incipientes, mágicos, históricos. Los sentires, las revoluciones, las fotos que estén por venir, los vuelcos y los cambios mejor se los cuento otro día.


Agu Miglio.-

30.4.17

Yo también

"Yo también", a veces significa que cada palabra fue tan perfecta, que alterar su estructura armoniosa con sinónimos y artificios sería un crimen.
"Yo también" es un gracias, por invitarme a vivir este viaje con vos, una aventura de sentir, de descubrir, de imaginar.
"Yo también" quiero recorrer el mundo, visitar corcheas y llenar el pasaporte de segundos congelados en el tiempo.
"Yo también" es crecer, aprender que lo más hermoso fluye como el lápiz sobre el papel cuando las ideas son lo suficientemente valientes para crear mundos nuevos.
"Yo también" quiero abrazarte, hasta que se funda el tiempo en esta dimensión que visitamos.
"Yo también" te escucho, en cada verso resignificado, en cada escena imaginada, en cada uno de los planes que se pasean de un lado a otro del pensamiento para después volver al futuro, al punto exacto donde pertenecen.
"Yo también" entendí nuevas formas de andar el camino, de enfrentar los miedos, de condimentar la vida con la mezcla de especias perfecta.
"Yo también" recorro cada baldosa con tu magia, la guardo en los bolsillos, en las retinas, en la mochila y en el alma.
"Yo también" entendí que no estaba equivocada, que cada variable nos da una vuelta, nos desarma, nos desafía, nos sorprende, nos cambia y entonces sí, nos encuentra.
"Yo también" creo en las casualidades causales, las destinadas, las que escribimos, las que llevan tu nombre.
"Yo también" me contagio de tu energía.
"Yo también"  decido creerte que puedo, que todo es potencial, que todo es aprendizaje.
"Yo también" entendí que es posible trascender el espacio cuando se activa ese puente entre los dos.
"Yo también" me reencontré con los detalles, con las pasiones, con las alegrías, con las certezas.
"Yo también" choqué con las lágrimas, las buenas, las valientes, las inéditas, las que comprendieron que sentir es parte del juego.
"Yo también"  esperé, y dejé que la madrugada me encontrara, sumergida en tu belleza inconsciente.
"Yo también" me escapé con vos, de la rutina, de las dudas, de la bronca, del dolor.
"Yo también" quiero compartir, disfrutar y ganarle a todos los grises que quieran desafiarnos.
"Yo también" conecté, y respiré muy fuerte, cuando supe que podía sentir a flor de piel.
"Yo también" tuve miedo, tantas veces. Pero confié y seguí tu abrazo infinito.
"Yo también" sentí que el mundo era surrealista, cada vez que tus palabras llamaban a la puerta de casa.
"Yo también" dejé que me cuidaras, y rompí las barreras, aunque doliera aprender a caminar descalza.
"Yo también" creo que tenés el don, de hacer desaparecer los fantasmas.
"Yo también" me dejé transformar por tu amor.
"Yo también", quiero decirte, que te amo.

Agu Miglio.-

12.12.16

Crec(s)iente.


No puedo dejar de mirarte. Estiro las puntas de los pies, me aferro a las rejas del balcón, contengo la respiración, 1, 2, 3 y ejecuto otro intento fallido por congelar tu magia. Hace muchos años que no lo hago, porque entendimos que nuestra relación de testigos no necesita evidencia.

No puedo dejar de mirarte. No pude cuando me volví mayor en un abrazo, enfrentando las peores sentencias. Cuando te volviste roja desde mi lugar en el mundo, entre vecinos curiosos. Cuando brillaste gloriosa desde una parada de colectivo mientras el resto de las luces apagadas sucumbían ante la frustración de un apagón.

No puedo dejar de mirarte. Porque sé que tu luz no es prestada, sino un reflejo matemático exacto que te definió para siempre. Presente y ausente. Leal y fría. Cotidiana y misteriosa. Señora de mareas, faro de viajeros, influencia agazapada. Tranquilidad de los que cierran los ojos sabiendo que vas a estar hasta que llegue el relevo. Porque podés sumergirte en el Atlántico, como un juego holográfico orquestado para nosotros los mortales. Porque sé que sos real cuando conectamos, hasta que las pupilas se encandilan y me devuelven a tierra.

No puedo dejar de mirarte. Porque me recordás otra vez que nunca vamos a saber qué hay del otro lado. Porque las mejores palabras se escribieron durante tu guardia. Porque firmaste tantas prosas como instantes, tantos poemas como olvidos.

No puedo dejar de mirarte porque donde sea que estés, yo estoy en casa. Porque vos también me estás mirando. Porque pasan los años y no dejás de ser puente otra vez.

Agu Miglio.-

22.10.15

Kryptonita emocional

¿Cuántas identidades tiene una canción? Nos dicen que tantas como escuchas, pero debo disentir. Esa pila de identidades se ensancha cada vez que hablamos, se extiende en los momentos, en las ausencias, en los cambios, en los sentires, en tu mirada. Pero ¿qué pasa cuando hemos fundado una explicación asociada a fuego con esa sucesión de palabras y acordes? ¿Existe vuelta atrás? ¿Hay solución para este problema tan bien abordado por conceptos denotados y connotados, por condensación y desplazamiento freudiano, por cadenas significantes, signos binarios de laboratorio y tríadas infinitas? Como un batido para el olvido, pero sin desestimar recuerdos. Sólo se trata de mezclar de nuevo las cartas, reconducir y renombrar, sin más pretensiones que matar ese nudo en la garganta. Nadie nos podría culpar de tal crimen.

El 1er paso es descartar las noches. Sus luciérnagas inspiradoras, chispeantes de ideas, seducen hasta abandonar el sueño, sin avisar que sus alas sólo se mantienen en vuelo porque son comandadas por fantasmas. El de la decepción, el del miedo, el de la nostalgia, el del olvido, tan obsesionado con su destino letal que no te deja en paz ni tras sueño profundo. No escuches esa canción de noche y mis palabras habrán tenido sentido.
El 2do paso es reproducirla rodeada de multitudes. Invitalos a escucharla virtualmente, a bailarla, a llorarla, a protestar sus compases, a ignorar su melodía, a hilvanar sus versos. La tristeza nos acerca, nos hace humanos. Hablá, reencauzá conexiones, construí el eje de las miradas. Escuchala en el subte, en la calle, en un café, en un pasillo, en ronda. Pedile inmunidad, dejá de cuidarla, retirala de esos lugares en los que se siente cómoda porque siempre tiene éxito. Liberá el mito: si los demás no pierden  el alma en su ritmo ¿por qué vos si?
El 3er paso es imaginar alternativas, otras razones por las cuales su autor podría haberla compuesto. Como los sabores de helado, puede estar esperando para ser recombinada con nuevos proyectos, luchas, sensaciones y personas. A ella también la desvela agotarse en el instante. Dale la oportunidad a la canción de decir más, de desbordarse.

Si estos tres pasos no funcionaron, sólo nos quedan las únicas dos soluciones que estamos evitando. Una es la adulta: procesar, poner en perspectiva, decirle al pensamiento que si, que no, que ya está, obligarlo a crecer. La otra es la mortal: cambiar de repertorio y vivir el resto de la vida encadenada a esos sintagmas. Kryptonita emocional, en crudo.

Agu Miglio.-











11.10.14

Lo que me enseñó crecer en ascensor (22 lecciones)

Por Sulejman en deviantART
¿Qué te enseñaron las experiencias de la niñez? Las calles de barro, los patios crecidos, las bicicletas inmortales. Yo me perdí  a todos esos maestros y crecí entre adoquines, imaginando que la cama cucheta era mi casa en el árbol. Pero vivir en las alturas de un séptimo piso también me enfrentó a una escuela obligada, intensa, diaria e incapaz de perdonar: el ascensor.

El ascensor me enseñó:

1. Que en el momento menos pensado podés quedarte entre dos pisos, sin poner los pies en tierra, a merced de los grandes.
2. Que viajar solo es para algunos un proceso, para otros una promesa y para los que restan un desvelo.
3. Que si parás en todos los pisos sólo vas a conseguir tardar más en llegar a donde siempre quisiste.
4. Que si otros se apuran y tocan el botón antes que vos, a veces no te va a quedar más remedio que hacerles caso y seguir la corriente.
5. Que si las emociones, las mochilas, los rencores y las bolsas quedan atravesados y son reconocidos por el detector de la puerta, nunca va a dejar que la cierres ni que abras la siguiente.
6. Que si vos no lo llamás no va a venir, si lo llamás apurado te va a ignorar y si lo llamás tranquilo te va a sorprender sereno y libre.
7. Que existen horas pico que dominan, algunas muertas y otras estratégicamente pensadas para recoger la basura.
8. Que podés estar muy cerca de alguien sin que tenga un significado que valga la pena recordar.
9. Que en todos los casos la mejor opción es mirar la botonera, excepto esa vez, en que tendría que haber sido diferente.
10. Que chocar las llaves entre los dedos llena silencios incómodos, te asegura terreno y distrae los nervios.
11. Que es el mejor lugar para hablar del clima, porque es el único en el que realmente no podemos experimentarlo.
12. Que existen vecinos que recuerdan datos eternos y vecinos con caras que no puedo recordar.
13. Que el día en que salgas en medias, ojotas y pantalón de moños te va a estar esperando para ignorarte con una mirada vacía, suficiente materia prima para reconstruir durante una semana.
14. Que primero entran los que llegaron primero, pero primero llegan los que corresponden.
15. Que subir con tres gatos y un perro es una declaración de principios.
16. Que tengo que esperar el siguiente si no quiero ir con vos.
17. Que mirar la puerta de entrada mientras esperamos que llegue el ascensor es casi como sentarse solo en la barra de un bar.
18. Que las puertas que otros no cierran te pueden hacer perder el tiempo.
19. Que accionar la alarma es lo último que hacemos.
20. Que el espejo te choca los cinco, te da un cachetazo antes de salir al mundo y te responde a la vuelta que fue real, que sos un fracaso, que sos ganador.
21. Que cuando las paredes son chicas y el aire escaso, tu voz se escucha más fuerte.
22. Que cuando no funciona, tenés otra opción: una que siempre está ahí cuando no hay luz y sabe que estás preparado para embarrarte, rodar por el pasto y subirte a la bicicleta.

Quizás fue la vida la que me enseñó, yo prefiero creer que fue el ascensor.

Agu Miglio.-

[De la serie: textos de que, de cuando]

22.5.14

Doble filo para los que conjeturan sin preguntar

De repente se dio cuenta de todo. El televisor marcaba el canal incorrecto, uno de los que forma parte de la seguidilla de señales fantasma de Cablevisión. Ubicó un plato en el microondas y las ondas electromagnéticas frieron una historia que hasta hace 5 minutos estaba desordenada.


Entonces supo cuándo fue que empezaste a pensar diferente.
Cuándo fue que se confundieron sus pasos con los tuyos.
Cuándo fue que te animaste a liberar palabras en terrenos desconocidos.
Cuándo fue que resurgieron los dichos.
Cuándo fue que las medialunas dejaron de ser sólo medialunas.
Cuándo fue que el tiempo empezó a transcurrir entre vistazos.
Cuándo fue que le ganaron las circunstancias.
Cuándo fue que te dejó un café pendiente.
Cuándo fue que la verdad cotidiana no alcanzó para decirte qué le sacaba el sueño.
Cuándo fue que te cansaste.

Cuando la confusión se transformó en espera. La espera en vacío. Este texto en testamento.
La noche en una montaña rusa inmensa.

Mientras sacaba el plato del microondas tuvo un momento de lucidez. Y muchas ganas de explicarte que valió la pena, que no quiso, que debería, que tenían.
Sólo entonces, recordó el negativo en blanco y negro de esta historia y supo ver que todo lo que había analizado tenía fundadas razones para ser diametralmente distinto. Porque siempre fue hábil inventando cuentos, repasando indicios a su manera y redactando razones para no dormir.

Entonces supo cuándo fue que sus pensamientos se volvieron comerciales: siempre iguales, pero con ese sabor a distinto que nos venden los canales de aire.
Cuándo fue que se chocaron, a las 10:45 porque se retrasó el colectivo anterior y no quedó otra opción.
Cuándo fue que una anécdota te transformó en superhéroe, frágil como la memoria.
Cuando fue que te enfocó, como un enigma de medio tiempo.

Cuándo fue que pasaste de un cortado a un ristretto sin saber por qué.
Cuándo fue que perdió cientos de horas intentando averiguarlo.
Cuándo fue que le ganaron los sueños despiertos.
Cuándo fue que perdió una oportunidad.
Cuándo fue que hablaron sobre lluvias, calles y muebles, evitando todo lo importante, quedando tan lejos de su esencia que hasta hizo frío.
Cuándo fue que la ignoró.

Volvió al principio. Donde las casualidades sí existen. Y los textos son anónimos.
Como este.

Se entregó a la dramática locura del que conjetura para no preguntar.

Agu Miglio.-

[De la serie: textos de que, de cuando]

[
Descubriendo la cotidianidad.
Reflejando
su magia en cada trazo.
El
arte color vainilla. ]