Imaginar es poderoso. Por eso, cada vez que apagamos las luces y dejamos la música sonando antes de
irnos a dormir, tenemos que tener mucho cuidado al empezar a tejer historias en
el techo.
Nadie va a espiarte las retinas, a escuchar las frases que no
pronuncies ni a adivinar las escenografías, los guiones y los viajes que se
dibujen entre el ventilador y la rendija de luz que llega directo desde el
negocio de alfombras de la esquina y se filtra a través de la persiana,
reflejando de forma perpendicular en la pintura amarilla.
Pero tenés que aprender a vivir con esas nebulosas que
creaste. Tenés que acostumbrarte a que te envuelvan mientras bajás la escalera,
a que se lleven tu sentido de la orientación en el instante en que te sentís
ahogado en el colectivo, a que te sorprendan sonriendo en pleno Centro con los
instintos en blanco. A que te mareen y te rescaten.
Todos tenemos nuestra nebulosa preferida, sólo que esta
noche tuve miedo de invocarla.
Se volvió tan mágica, tan alocadamente posible, tan lejana y tan necesaria, que duele.
Agu Miglio.-
Se volvió tan mágica, tan alocadamente posible, tan lejana y tan necesaria, que duele.
Agu Miglio.-