¿Cuántas identidades tiene una canción? Nos dicen que tantas como escuchas, pero debo disentir. Esa pila de identidades se ensancha cada vez que hablamos, se extiende en los momentos, en las ausencias, en los cambios, en los sentires, en tu mirada. Pero ¿qué pasa cuando hemos fundado una explicación asociada a fuego con esa sucesión de palabras y acordes? ¿Existe vuelta atrás? ¿Hay solución para este problema tan bien abordado por conceptos denotados y connotados, por condensación y desplazamiento freudiano, por cadenas significantes, signos binarios de laboratorio y tríadas infinitas? Como un batido para el olvido, pero sin desestimar recuerdos. Sólo se trata de mezclar de nuevo las cartas, reconducir y renombrar, sin más pretensiones que matar ese nudo en la garganta. Nadie nos podría culpar de tal crimen.
El 1er paso es descartar las noches. Sus luciérnagas inspiradoras, chispeantes de ideas, seducen hasta abandonar el sueño, sin avisar que sus alas sólo se mantienen en vuelo porque son comandadas por fantasmas. El de la decepción, el del miedo, el de la nostalgia, el del olvido, tan obsesionado con su destino letal que no te deja en paz ni tras sueño profundo. No escuches esa canción de noche y mis palabras habrán tenido sentido.
El 2do paso es reproducirla rodeada de multitudes. Invitalos a escucharla virtualmente, a bailarla, a llorarla, a protestar sus compases, a ignorar su melodía, a hilvanar sus versos. La tristeza nos acerca, nos hace humanos. Hablá, reencauzá conexiones, construí el eje de las miradas. Escuchala en el subte, en la calle, en un café, en un pasillo, en ronda. Pedile inmunidad, dejá de cuidarla, retirala de esos lugares en los que se siente cómoda porque siempre tiene éxito. Liberá el mito: si los demás no pierden el alma en su ritmo ¿por qué vos si?
El 3er paso es imaginar alternativas, otras razones por las cuales su autor podría haberla compuesto. Como los sabores de helado, puede estar esperando para ser recombinada con nuevos proyectos, luchas, sensaciones y personas. A ella también la desvela agotarse en el instante. Dale la oportunidad a la canción de decir más, de desbordarse.
Si estos tres pasos no funcionaron, sólo nos quedan las únicas dos soluciones que estamos evitando. Una es la adulta: procesar, poner en perspectiva, decirle al pensamiento que si, que no, que ya está, obligarlo a crecer. La otra es la mortal: cambiar de repertorio y vivir el resto de la vida encadenada a esos sintagmas. Kryptonita emocional, en crudo.
Agu Miglio.-
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